martes, 18 de agosto de 2009

LAS APARICIONES MARIANAS - I



Padre Brian Moore

INTRODUCCIÓN

En este artículo vamos a entrar en un terreno muy delicado, porque hace falta un gran discernimiento, una gran prudencia y, ciertamente, una gran humildad para no ser víctima de intereses “partidarios”. Pero si emprendemos esta labor es para cumplir con una de las cargas que nos ha impuesto el Divino Maestro: la de ser luz de las naciones. En efecto, si el sacerdote no habla cuando ve que los fieles andan descarriados, ¿cómo se lo podrá excusar de pecado? Creemos -nos parece evidente- que estos tiempos son tenebrosos, que reina una gran confusión en los espíritus. Y muchos fieles, ante tal situación no saben a quien recurrir, y creen en cualquier manifestación preternatural que parece venir del Cielo

El cardenal Alfredo Ottaviani dijo: “Asistimos desde hace años a un recrudecimiento de pasión popular hacia lo maravilloso, incluso en la religión. Muchedumbres de fieles se dirigen a los sitios de presuntas visiones y pretendidos prodigios, y abandonan, en cambio, la Iglesia, los sacramentos, la predicación”. (Oss. Rom., 4 de Feb. 1951, “Siate, o cristiani, a muover vi piu gravi”).

Nosotros no somos “iconoclastas”, pero sí queremos poner en guardia a nuestros fieles, respecto a la “realidad” de multitud de supuestas apariciones que se han dado y se siguen dando en todo el mundo. Según Dom Bernard Billet ha habido entre 1928-1975 unos 232 casos de “apariciones” que no han sido reconocidas por la Iglesia; según, la revista Der grosse Entschluss, de Viena, en el número de diciembre de 1951, en el período que va de 1931 a 1950, la Iglesia ha analizado 27 casos de supuestas apariciones de la Virgen. En 18 casos la Iglesia ha dado una resolución negativa (como por ej.: en el caso de Ezquiga, España); respecto a 7 casos aun no se ha pronunciado; y, finalmente, en dos casos, los obispos del lugar se han pronunciado favorablemente: Beauring y Banneux, ambas en Bélgica.

En estos últimos años han proliferado las supuestas apariciones en todo el mundo, y una de ellas se destaca entre todas: La “aparición” de Medjugorge.

Nosotros trataremos pues, de clarificar, un tanto siquiera, cuál ha sido siempre la doctrina de la Iglesia respecto a las apariciones. Ello en base a la Sagrada Escritura, al Magisterio y a la Teología, únicos capaces de darnos criterios seguros para nuestro análisis de las apariciones presentes o por venir. Que Nuestra Señora de Fátima nos ilumine, puesto que este humilde artículo lo hemos redactado especialmente en su honor. Nosotros sabemos que finalmente su Corazón Inmaculado triunfará.

I

VISIONES, LOCUCIONES, REVELACIONES.

En primer lugar hablaremos de los fenómenos místicos de orden cognoscitivo que se relacionan con nuestra materia.

1. Visiones

Como se verá por la clasificación que sigue, en Teología mística se toma el término “visión” en sentido amplio.

A. Visión corporal

La vista percibe una realidad naturalmente invisible para el hombre; se trata entonces de una forma exterior sensible o luminosa. Es lo que tiene lugar en las apariciones.

¿Cómo se produce esta visión? De dos maneras puede tener lugar: a) por la presencia verdadera de un cuerpo que impresiona la retina; b) por un agente externo que opera sobre el órgano de la visión para producir en él la misma especie impresa que produciría la presencia verdadera del objeto.

Los videntes ven realmente a Nuestro Señor o a María Santísima? No parece ocurra en la mayoría de los casos, sino por excepción. Es decir, que no tendría lugar una presencia corporal de Nuestro Señor o Nuestra Señora sino una representación por ministerio de los ángeles. La razón estriba en que es metafísicamente imposible que un cuerpo esté "circunscriptive”, en dos lugares a la vez; por lo tanto, para aparecer corporalmente en la tierra, tendrían que dejar el Cielo, lo que no es conveniente. Pero por excepción puede darse ese tipo de aparición, como cree Santo Tomás de Aquino, fue el caso de San Pablo. Escuchemos al Ángel de las escuelas: “Cristo, una vez que subió al cielo, alcanzó para sí y para nosotros el derecho perpetuo y la dignidad de la morada celeste. Pero en nada deroga a esta dignidad si por especial dispensación desciende corporalmente alguna vez a la tierra, o para manifestarse a todos, como en el juicio, o para mostrarse a alguno en particular, como a San Pablo, según se cuenta en los Actos. Y por que no vaya a creer alguno que esto sucedió sin hallarse Cristo corporalmente presente, sino por una aparición cualquiera, el Apóstol dice, para confirmar la fe en la resurrección: “Últimamente, como a un abortivo, se me apareció también a mí” (1 Cor. 15,8). Sin duda que esta visión no probaría la verdad de la resurrección si el mismo cuerpo real de Cristo no hubiese sido visto por el Apóstol”. (III, a.57, a.6 ad.3).

B. -Visión imaginaria

Aquí ya no hablaremos de los sentido externos, sino del sentido interno de la imaginación. Este una representación sensible enteramente circunscripta a la imaginación; se presenta inesperadamente al espíritu con tanta o más vivacidad y claridad que las mismas realidades físicas exteriores.

¿Cómo se produce?:

a) Por la representación o excitación de las especies o imágenes que tenemos ya recibidas por los sentidos.

b) Por combinación sobrenatural o preternatural de esas mismas especies adquiridas y conservadas en la imaginación;

c) Por nuevas imágenes infusas.

El demonio puede producir la visión imaginaria de los dos primeros modos, pero no por nuevas especies infusas.

C. Visión intelectual

Aquí ya no hablaremos ni de los sentidos internos, ni de los externos, sino a una de las potencias, es decir potencial del alma- intelecto. Del Alma, la inteligencia.

Esta visión Intelectual es un conocimiento sobrenatural que se produce por una simple vista de la inteligencia, sin impresión o imagen sensible.

Es una visión súbita, inmediata, maravillosa, que no tiene nada de la lentitud o torpeza propia de nuestro razonar. Y ello es lógico porque Dios es causa directa de esta visión, no se hace por medio de los ángeles. Es decir, que Dios actúa directamente en el espíritu del visionario.

Por lo mismo, con frecuencia el objeto de la visión intelectual es inefable; el alma beneficiada no sabe, no puede, describir su experiencia (11 Cor. 12,4). Por todo lo dicho, es evidente la superioridad de este tipo de visión sobre las antes nombradas.

Estas tres clases de visiones pueden darse por separado o combinadas. Tomemos el ejemplo de San Pablo, camino a Damasco (Act. 9): vio con sus ojos la luz resplandeciente (v.corp.); se presentaron a su imaginación los rasgos de Ananías (v.imag.) y captó por su inteligencia lo que Dios quería de él (v. int.).

2. Locuciones

Muchas veces acompañan las apariciones, por eso nos interesa hablar de ellas. Aquí también hay que tomar el término en sentido analógico:

A. Locución Auricular

La que es percibido por el oído. Son vibraciones acústicas formadas en el aire por los ángeles (o demonios). Estas palabras parecen salir de la visión corporal, de una imagen sagrada, etc.

Hay muchos casos de estas locuciones en la Sagrada Escritura y en la vida de los santos. Destacamos que los ángeles no tienen forma corporal alguna, porque son espíritus puros, ni tampoco se comunican con el lenguaje humano.

B. Locución imaginaria

No se perciben con el oído, sino con la imaginación, pero no por propia industria humana, sino por un agente externo; además no pueden dejar de percibiese aunque el alma las rechace.

C. Locución intelectual

La que tiene lugar directamente en el intelecto. No solamente que no interviene el sentido de la audición, pero ni la imaginación. Son similares a las visiones intelectuales, y son también producidas directamente por Dios.

San Juan de la Cruz, distingue tres clases (Sub. al Mte.Carmelo H, 28,2):

a. Sucesivas: el Espíritu Santo va instruyendo al alma a manera de razonamientos sucesivos; es decir que hay una acción conjunta del Espíritu que inspira y conduce, y del alma que discurre y razona.

b. Formales: son las que se perciben en el entendimiento como viniendo claramente de otro, sin poner uno nada de su parte, estando recogido o distraído, a diferencia de las sucesivas que siempre se refieren a lo que el espíritu estaba considerando.

c. Substanciales: son las mismas formales, pero con eficacia soberana para producir en el alma lo que significan. Por ej. si Dios dice al alma “tranquilízate”, instantáneamente ello ocurre, aunque antes hubiera tenido lugar una tempestad en el alma del sujeto. En este caso, el alma debe abandonarse enteramente a la operación divina (Subida 11,31).

3. Revelaciones

Los teólogos suelen distinguir entre revelación pública y revelación privada. Con la primera designan la Revelación que constituye el objeto de nuestra fe, la que está contenida en la Tradición y la Sagrada Escritura. Todo católico debe creer en ella so pena de dejar de serlo. No así en el caso de las revelaciones privadas, es decir las “extradogmáticas”, las que se han hecho a una o varias personas para utilidad personal, o, como muchas veces ocurre, para el bien general de la Iglesia.

Por lo dicho, vemos la ambigüedad de la terminología comúnmente empleada en esta materia. Queremos decir que “pública” puede ser, también, una revelación de las hechas después de la muerte de San Juan (momento en que se cerró la Revelación dogmática). Una revelación puede ser hecha a una o varias personas, para su bien personal o el de toda la Iglesia, como por ej. la revelación hecha a Santa Margarita de Alacoque de manera “privada”, que llevó a la instauración de una fiesta en honor del Sagrado Corazón en el culto “público”.

En todo caso, de estas revelaciones “privadas”, que estudia la mística como fenómeno extraordinario, son de las que hablaremos en este artículo. Ellas acompañan habitualmente a las apariciones.

(Continuara)