martes, 8 de febrero de 2011

EL SANTO ROSARIO Y EL ECUMENISMO


por José Andrés Segura Espada

La relación que guarda el Santo Rosario con el ecumenismo es muy esclarecedora, para el que quiera comprobar que no hay otro camino que no pase por las conversión y el retorno de los herejes y cismáticos a la Santa Iglesia Católica.

Santo Domingo de Guzmán, insigne santo español del siglo XII, fundador de la orden de los Predicadores –también conocidos como dominicos-, fue un apóstol de primera categoría que junto a San Francisco de Asís, dieron pie a la creación de las llamadas órdenes mendicantes.

Su carisma fundamental era la predicación para la conversión de los alejados de Dios, y sobre todo la de los herejes, que en aquella época campaban por doquier.

Su labor se centró sobre todo en el mediodía de Francia, donde estaban ubicados los herejes cátaros o albigenses, que mantenían doctrinas y prácticas gnósticas, con gran desmedro de la fe católica, pues el error se propagaba con rapidez y pertinacia.

Santo Domingo y sus compañeros sostuvieron una serie de encuentros con los adalides de la herejía en varias ciudades, donde estaban muy arraigada la herejía, en los que se dieron una serie de torneos de controversia con la Sagrada Escritura y argumentos teológicos, en los que sin excepción, los herejes se vieron derrotados o no lograron imponerse al santo castellano.

A pesar de vencer a los herejes en estos torneos de oratoria, el endurecimiento de los seguidores de la herejía, no producía muchas conversiones.

Santo Domingo, en un momento de debilidad y desesperación por los pocos frutos obtenidos, recibió una revelación de la Santísima Virgen, que le confortó, en la que le mostró la oración del santo Rosario, para que sus desvelos apostólicos y predicaciones dieran por fin el éxito deseado: la conversión de los herejes. Y en efecto, a partir de ese momento las conversiones se incrementaron maravillosamente.

Así pues, la Santísima Virgen dio a Santo Domingo el Rosario, para que lograra la conversión de los herejes, y no para rezar con ellos en comandita.

¿Acaso lo condescendencia con los herejes atrae más conversiones? Los frutos obtenidos dicen que no.

Este es el drama del ecumenismo: que no se busca la conversión y el retorno de los herejes y los cismáticos, sino que cada uno permanezca como está: el hereje en su error – por muy de buena fe que persista en él-; y el católico sin obedecer el mandato de Cristo:

“Id pues, y haced discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado” (Mt. 28, 19-20).

Ni la orden de san Pablo al obispo Tito, que en sentido propio nos podemos aplicar todos los católicos, cada uno según su capacidad, pues todos somos soldados de Cristo:

“Porque es necesario que un obispo sea capaz de instruir en la sana doctrina y refutar a los que contradijeren”. (Tit. 1,7.9)

Reflexionemos: haced discípulos, ¿no es convertid?; refutar a los que contradijeren, ¿no es hacer lo que hacía Santo Domingo con los herejes?

La Sagrada Escritura, los Santos Padre, los propio santos con su vida y obras –como santo Domingo-, claman con toda fuerza que el camino a seguir en el ecumenismo y el diálogo interreligioso es el retorno, y la conversión, como único fin. Todo fin que no sean estos conceptos, es desvirtuar el verdadero ecumenismo.

Como en el falso ecumenismo no se busca la conversión, se dejan de practicar algunas de las obras de misericordia, como son corregir al que yerra y enseñar al que no sabe, como hacía Santo Domingo.

Pero claro, ahora está muy extendido eso de que hay que dejar a cada uno en su religión, pues si está de buena fe se salvará y el ecumenismo con los hermanos separados hay que practicarlo dejando a cada uno en su creencia y convergiendo todos (católicos y herejes) hacia un centro común a todos.

¿Y el mandato de Cristo, qué?, ¿lo mandamos a paseo?

Como ahora no se busca convertir, se pisotean las obras de misericordia, por decir lo menos grave.
¿Por qué los promotores del falso ecumenismo no siguen el ejemplo de los santos como santo Domingo de Guzmán o S. Luis Mª Griñón de Monfort?

Éste último, en su famoso libro El secreto admirable del Santísimo Rosario, escribe: “Aún cuando fueseis un hereje endurecido y obstinado como un demonio, tarde o temprano os convertiréis y os salvaréis, con tal que recéis devotamente todos los días el Santo Rosario hasta la muerte, para conocer la verdad y obtener la contrición y el perdón de vuestros pecados”.

Estos santos sí que supieron hacer del Santo Rosario un arma formidable para la conversión, que no lo olvidemos, para eso se lo dio la Santísima Virgen al Santo castellano. En conclusión: la oración en el ecumenismo debe ser para la conversión y el retorno como fin último; si no, es un falso ecumenismo de la peor especie que olvida el mandato de Cristo; y del que desobedece a Cristo ya sabemos su situación:

“Todo el que no está conmigo, está contra Mi, y el que no recoge conmigo, desparrama”. (Mt. 12,30)

Terribles palabras que deben meditar los promotores del falso ecumenismo.

¡
Gloria y adoración sólo a Ti, Santísima Trinidad único y verdadero Dios
!

Tomado de la Revista Tradición Católica nº 221, Mayo-Junio 2009