sábado, 26 de enero de 2013

CÓMO SE HA DE CERCENAR LA DEMASÍA DE LAS PALABRAS


Excusa cuanto pudieres el ruido de los hombres; pues mucho estorba el tratar de las cosas del siglo, aunque se digan con buena intención. Porque presto somos amancillados y cautivos de la vanidad. Muchas veces quisiera haber callado y no haber estado entre los hombres. Pero, ¿cuál es la causa que tan de gana hablamos y platicamos unos con otros, viendo cuán pocas veces volvemos al silencio sin daño de la conciencia? La razón es que por el hablar buscamos ser consolados unos de otros y deseamos aliviar el corazón fatigado de pensamientos diversos. Y de muy buena gana nos detenemos en hablar y pensar de las cosas que amamos o sentimos adversas. 

Mas, ¡ay dolor!, que muchas veces sucede vanamente y sin fruto; porque esta exterior consolación es de gran detrimento a la interior y divina. Por eso, velemos y oremos, no se nos pase el tiempo en balde. Si puedes y conviene hablar, sea de cosas que edifiquen. La mala costumbre y la negligencia de aprovechar ayudan mucho a la poca guarda de nuestra lengua. Pero no poco servirá para nuestro espiritual aprovechamiento la devota plática de cosas espirituales, especialmente cuando muchos de un mismo espíritu y corazón se juntan en Dios.

IMITACIÓN DE CRISTO 
Tomás de Kempis