domingo, 9 de noviembre de 2014

LOS SUEÑOS DE SAN JUAN BOSCO: EL PURGATORIO


El Purgatorio 


Primera parte: Mensaje de un difunto.

El 25 de junio de 1867 habló así a la comunidad: “Soñé que viajaba hacia una ciudad y que atravesaba por pueblos desconocidos y que deseaba saber cómo será el estado de un alma en la otra vida. De pronto oí la voz de una persona desconocida que me decía: – Ven conmigo y podrás ver y conocer lo que deseas.

Obedecí inmediatamente y seguí a esa persona que viajaba a la velocidad del pensamiento y sin tocar tierra. Y yo viajaba de la misma manera. Llegamos a un palacio de magnifica construcción que estaba como suspendido sobre los aires y tenía las puertas y ventanas a una gran altura.

El personaje me dijo: – Haga como yo y podrá subir hasta allá.

Enseguida levantó las manos en lo alto hacia el Cielo y empezó a subir por los aires. Yo levanté también mis brazos y me sentí elevado por los aires como una nube. Y llegué frente a la puerta del gran palacio.

El guía me dijo: – Entre al palacio y conozca lo que hay allí. Al fondo encontrará quién le explique.

Subí las escaleras y me encontré en una sala hermosísima adornada muy lujosamente. Fui recorriendo salas y corredores con la velocidad de la luz y cada vez veía más y más elegancias y bellos adornos.

Seguí viajando como por los aires sin tocar suelo y de pronto llegué a un salón inmenso adornado y bellos sobre toda ponderación y allá al fondo vi a un señor obispo muy amigo, muerto hace poco. Parecía que no sufría nada, y tenía un aspecto muy saludable, muy alegre y muy amable. Yo le pregunté: – Monseñor, ¿Está vivo o está muerto? – Para el mundo he muerto. Pero aquí estoy vivo.

- ¿Y se ha salvado Monseñor? – Sí, mire como estoy de fuerte y saludable. Estoy en un lugar de salvación.

- ¿Y está en el paraíso? ¿O está en el Purgatorio? – Estoy en un lugar de salvación. Pero todavía no he logrado ver a Dios.

Necesito que recen mucho por mí.

- Monseñor, ¿yo me salvaré? – Tenga esperanza y fe en que se podrá salvar.

- ¿Y qué mensaje les envía a los jóvenes y a mis discípulos? – Que sean obedientes, que se porten bien, que cuiden mucho la virtud de la pureza y que se confiesen frecuentemente y comulguen con fervor y devoción.

- ¿Y qué otro consejo les quiere enviar? – Que se quiten de los ojos del alma esa niebla que no les deja ver bien, y que consiste en que por pensar como el mundo no se dedican a pensar en lo sobrenatural.

- ¿Y qué deben hacer para quitarse esa niebla o nube? – Que piensen que el mundo está todo puesto en el maligno, como dijo San Juan. Que no se dejen engañar por las apariencias de lo que es mundano y materialista. Muchos se imaginan que los placeres, las riquezas, las vanidades y los goces del mundo pueden hacerlos felices, y se dedican sin freno a todo eso, pero el Libro Santo dice: “Todo es vanidad de vanidades y aflicción de espíritu”. Que se acostumbren a ver lo mundano y material, no según su apariencia sino según su realidad. Porque los juicios de Dios son diferentes de los del mundo, y lo que la gente aprecia como sabiduría y de mucho valor material, puede ser necedad y de poco valor para Dios.

- ¿Y cuál es la nube más oscura para los ojos del alma?- Lo que más oscurece y llena de tinieblas el alma es la impureza, así como la virtud de la pureza vuelve al alma muy blanca y brillante. El vicio de la impureza es como un negro nubarrón que impide a la gente ver el precipicio tan peligroso a donde van a caer si se dedican a pecar. Dígales a todos que se esfuercen por conservar a cualquier costo la virtud de la pureza. “Dichosos los puros de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt. 5).

- ¿Y qué remedios aconseja para que las personas conserven la pureza? – El Retiro: el recogimiento; que se aparten de las ocasiones de pecar. Que cumplan exactamente los Reglamentos. Que no estén nunca desocupados sin hacer nada. Y que le dediquen buen tiempo a la oración.

- ¿Y qué otros remedios nos recomienda? – Rezar. Darle importancia a la oración. Retiro, recogimiento: apartarse de toda ocasión de pecado. No estar nunca ociosos o perdiendo el tiempo. Estos remedios son muy provechosos.


Segunda parte: Con el deseo de repetir a mis discípulos estos consejos tan importantes del señor obispo, me vine apresuradamente para la casa, pero luego me detuve y me puse a pensar: – ¿Por qué no estar más tiempo con Monseñor? ¿Me podrá decir muchas recomendaciones importantes más? Y me volví rápidamente a donde él estaba. Pero durante el corto tiempo que yo había estado ausente, se habían obrado cambios importantes. El obispo estaba pálido como una cera. Parecía un cadáver. De los ojos le brotaban abundantes lágrimas. Estaba como agonizando. Me le acerqué angustiado y le dije: – Monseñor, ¿en qué le puedo ayudar? – Rezad por mí y dejadme ir a donde la mano Omnipotente de Dios me conduce.

- ¿Y no tiene algún otro mensaje para enviar? – Que recen por mí. Y al Señor obispo que me reemplazó dígale esto y esto (y me dio unos mensajes para llevarle) y a tales individuos lléveles estos mensajes en secreto (y me dio unos mensajes para ellos). A sus alumnos dígales que yo siempre los quise mucho y recé por ellos. Que ahora recen ellos por mí.

El aspecto del Prelado demostraba un gran sufrimiento que aumentaba cada vez más. Mirarlo producía compasión en el alma sufría muchísimo. Era una agonía verdaderamente angustiosa. Luego exclamó: – Dejadme, que voy a donde el Señor me llama.

Y así mientras parecía agonizar, una fuerza invisible se lo fue llevando hacia las habitaciones más interiores del edificio, y desapareció de mi vista.

Yo al contemplar una escena tan dolorosa me conmoví y… me desperté.

En este sueño aprendí muchas cosas acerca del Purgatorio y de la otra vida, cosas que jamás había entendido bien, y que ahora las comprendí tan claramente que ya nunca las olvidaré.

Explicaciones: El Padre Lemoyne dice que Don Bosco le preguntó al obispo cuánto tiempo le quedaba a él de vida sobre la tierra y que Monseñor le entregó un papelito donde había varios números 8 como engarzados en un garabato. Por el momento no entendió mucho, pero cuando llegó el año 1888 el Santo se dio cuenta de que aquél sería el año de su muerte (varios números 8 colgados de un garabato, un número 1 al revés) y en ese año murió.

Algunos pueden preguntarse cómo todo un obispo y muy virtuoso podía tener tantas angustias en la otra vida. Es que el Libro Santo dice que “Dios encuentra manchas hasta en sus propios ángeles”. Y en el Salmo 88 dice el Señor: “A mis seguidores, aunque no les retiraré mi favor, sin embargo les castigaré fuertemente las desobediencias a mis mandamientos y les haré sufrir por sus descuidos en cumplir mis mandatos”.

Don Bosco narraba después que él fue donde el obispo reemplazante a comunicarle los mensajes que le enviaba el obispo muerto, y que eran muy importantes para el buen orden de la diócesis. Y a los otros individuos también les llevó a cada uno el mensaje del difunto. A los alumnos les repitió en varias ocasiones los tres consejos del Prelado desde la otra vida: “Para evitar el pecado: ante todo RETIRO; apartarse de las ocasiones de pecar. Luego, ORACIÓN, mucha oración. Y finalmente: EVITAR EL OCIO: no estarse nunca sin hacer nada o perdiendo el tiempo.