domingo, 15 de febrero de 2015

INTERPRETACIÓN DEL APOCALIPSIS POR EL VENERABLE BARTOLOMÉ HOLZHAUSER.- PREFACIO DE AUTOR FRANCÉS.

Prefacio 
del autor francés. 

La obra que hoy publicamos, contiene el texto del Apocalipsis, es decir, la revelación de los grandes misterios hecha por Jesucristo a San Juan Evangelista, uno de los cuatro mayores cancilleres de su reino. Esta revelación encierra todos los acontecimientos principales que ya en gran parte se han cumplido y seguirán cumpliéndose en la Iglesia de Jesucristo, hasta la consumación de los siglos. Muchos creyeron y todavía creen que nunca será explicado este libro, por ser enigmático y figurado el estilo con que fue escrito. Error es este tan absurdo, como es absurdo imaginar que haya Dios hablado a los hombres para que jamás le comprendan. La voz Apocalipsis, derivadas del griego, significa revelación, si nunca debiera ser interpretado este libro, llevaría por lo mismo otro titulo que lo eliminara inmediatamente del código sagrado.

Un venerable siervo de Dios, Bartolomé Holzhauser, restaurador de la disciplina eclesiástica en Alemania, después de los primeros desastres ocasionados a la Iglesia por la herejía de Lutero, emprendió la interpretación de este libro con el socorro de las luces celestiales que lo iluminaron, Holzhauser, célebre ya por sus profecías, se distinguió mucho mas por su ciencia profunda en la historia del mundo, aplicándola de un modo verdaderamente admirable, a los vastos conocimientos que poseía de las Santas Escrituras. Este ilustre eclesiástico, sabio al paso que piadoso, fundo en Alemania diversos institutos, los cuales sirvieron de inexpugnable baluarte contra el protestantismo que entonces amenazaba a la Europa con total ruina. Además de las diferentes obras que su pluma produjo, él redactó en latín su célebre interpretación del Apocalipsis, en las montañas del Tirol, entre las mayores pruebas, y entregado a la meditación, ayuno y oración, Su obra mereció ya conseguir los honores de la inmortalidad. No es extraño haya antiguos ejemplares en las bibliotecas de Alemania como igualmente en diversas partes de Europa. La sabia sociedad de los Mechitaristas publicó en Viena una nueva edición de esta obra, en 1850. Siguiendo al sabio catedrático de la universidad de Munich, al doctor Heneberg, afirmamos con denuedo ser la obra de Hozhauser la mejor Interpretación del Apocalipsis de cuantas han salido a luz.

Ese distinguido escritor, por cierto, no ha hecho otra cosa que repetir en otros términos lo que leemos en un antiguo ejemplar de la vida de Holzhauser, en él se dice, hablando de su obra, que todos los demás comentadores que han escrito sobre este sagrado libro, (por sabios que sean), parecen unos niños comparados con este genio, podríamos, en caso necesario; recoger numerosos testimonios de profundo aprecio en favor de nuestro autor, mucho mas si entrásemos en detalles y refiriéramos todo cuanto hemos oído decir a hombres insignes de diversas naciones. Esta interpretación presenta un cuadro completo del plan de la divina sabiduría en la grande obra de la redención. El lector encontrará ahí todo un curso de teología, y verá además un resumen precioso de la historia del mundo aplicada y comparada a la historia de la Iglesia. Creemos poder asegurar que nunca otra reunió tan vastas materias para presentarlas bajo un aspecto tan interesante. El hombre que nada aprecie tanto como arreglar su vida presente para alcanzar su futuro destino, en ninguna parte hallará medio más apto, para cumplir con sus más ardientes deseos, como en la lectura atenta de esta obra. Porque ella encierra crecido número de cuadros, ofreciendo bajo diferentes puntos de vista, todo cuanto hay más capaz de interesarnos en el pasado, presente y futuro.

El autor tiene su materia dividida en siete épocas principales, analizando así toda la historia del mundo con la de la Iglesia; pone en continuo parangón la una con la otra, haciéndonos penetrar en los más ocultos secretos de la guerra encarnizada que Lucifer emprendió contra el humano linaje en el paraíso terrenal, y que terminará en los umbrales de la eternidad con la caída del Anticristo y cataclismo del mundo. Entonces es cuando el buen grano será para siempre separado de la paja, e irá cada uno a ocupar él lugar que le designa el Evangelio. Todo lo que avanza el autor lo saca del mismo Apocalipsis y se apoya en la eterna verdad de Dios. Así es que su división de épocas o edades históricas, de quienes da primero una reseña general y particular perteneciente a cada una de las edades; su división, decíamos, tiene por fundamento, las siete Iglesias del Asia, las siete estrellas, los siete candelabros, los siete ángeles, los siete sellos, los siete espíritus, las siete trompetas y las siete plagas del Apocalipsis, con el desarrollo de las verdades contenidas bajo esos diferentes enigmas, el autor nos demuestra, de un modo claro no menos que portentoso, el encadenamiento de todos los grandes hechos que enlazan la historia antigua con la moderna y futura. Nos hace igualmente ver los vínculos estrechos con que la humanidad está unida a la divinidad y el tiempo a la eternidad. Después concluye su descripción con las particularidades sumamente interesantes reveladas a San Juan, sobre el reino de Mahoma y del Anticristo, sobre el antipapa que destrozara la iglesia de occidente, sobre el triunfo de la Iglesia, sobre la próxima extirpación de las herejías, etc.

Tal es la idea general que como de paso damos sobre el contenido de esta obra, por no ir mas allá de los limites de un prefacio. El lector, que lea y atentamente relea la obra, se convencerá que en lugar de exagerar, mas bien hemos sido parcos en los elogios que merece.

Quizás entre nuestros lectores habrá algunos de fe no muy firme, rogamos lea por lo tanto, atiendan con cuidado a la aplicación que el autor hace del Apocalipsis a la historia en general y en particular, suplicándoles enseguida se dignen explicarnos como San Juan, si no era más que un hombre cualquiera, pudo redactar su revelación hace ya dieciocho siglos; logrando componer de tal manera su obra, que todos sus enigmas reciban únicamente su claridad y colocación en cada uno de los mayores rasgos de la historia del humano linaje, y esto, a los ojos de la sociedad mas numerosa y duradera del mundo, ¡a los ojos de la sociedad cristiana! ¿Quien no descubre ahí la llave del tesoro infinitamente precioso de Dios? ¡Si! ensayen resolver el problema todos aquellos que no creen o cierran obstinadamente sus ojos a la luz eterna que resplandece en la Iglesia católica, dense cuenta de las razones que tienen para no creer como los otros hombres creen, esmerense, si tal trabajo quieren tomarse, en aplicar todo el texto del Apocalipsis a secta, monarquía o historia alguna, de suerte que se pueda explicar con la aplicación que hagan de cada frase y aun de cada palabra en particular y en conjunto; les rogaremos entonces de someter su producción, como nosotros, al juicio de los hombres, para que, si posible es, se la prefiera a la nuestra. No disimuláremos las dificultades que hemos sentido en nuestro trabajo; pero tales dificultades son la piedra de toque, y al no haber coincidido la verdad de la historia la mas larga y variada del mundo, en todos sus puntos, con la de la profecía, no pudiéramos hacernos leer y comprender.

Prevenimos al lector que las edades de la Iglesia no se presentan de golpe y como de repente a la vista de los contemporáneos. Así por ejemplo, la sexta edad que el autor latino anuncia como debiendo principiar en el Pontífice santo y en el gran Monarca dominador de Oriente y Occidente y cuyo poder se extenderá por tierra y por mar; esta sexta edad, decimos, se debe encadenar con todas las otras de un modo tan cierto y real que a los ojos de los hombres parecerá lenta. Hacemos en segundo lugar observar, que muchos hechos característicos de una edad no se entienden de un modo tan absoluto, que excluyan la existencia de otros hechos contrarios. Así, por ejemplo, la impenitencia, uno de los pronósticos de la quinta edad, no excluía la conversión de número crecido de hombres de esa época, como tampoco la conversión de los pecadores, el carácter distintivo de la sexta edad, no excluirá la obstinación de muchos impíos. Por el análisis universal y comparación de diversos pronósticos entre si, puede uno reconocer la diferencia de edades. Mas el historiador poco puede hacer resaltar el carácter de una edad a no ser hacia su fin, o al menos después de un pleno desarrollo. La precipitación que notamos en los acontecimientos, que señalan nuestra época, confirma de una manera admirable los pasajes de este libro, con los cuales Holzhauser nos informa ser muy cortas las dos últimas edades.

Haremos por último observar, que a pesar de gozar la Iglesia de grande prosperidad en la sexta edad, el mundo no dejará por eso de tener su reino, y siempre será sobre un mar más o menos agitado que continuará el bajel de la Iglesia bogando basta el fin.

Tales son las consideraciones que debíamos hacer terminándolas con lo que sigue:

Sabido es que el venerable Holzauser no acabó su obra, habiéndose detenido en el versículo cuarto del capitulo quince; faltaba por lo tanto, con poca diferencia, la explicación de unos ocho capítulos del Apocalipsis. Preguntándole sus discípulos el motivo, les respondió ingenuamente no sentirse ya animado del mismo espíritu, y no podía continuar. Luego añadió que alguno vendría de los suyos después de él, y concluiría su obra y la coronaria. Al dar principio a este trabajo, no éramos sabedores de este pasaje de su vida; porque de otra suerte, nunca hubiéramos tenido valor de realizar el proyecto de esta publicación, aunque ocho años antes lo habíamos ya formado. Tan luego como fuimos informados del mencionado pasaje, pedimos consejo a un doctor en teología, este se dignó revisar nuestra redacción y nos dio ánimo para que continuáramos. No pretendemos por esto ser la persona prevista por el venerable Holzhauser, mas como su obra nos asombró, nos hemos sentido irresistiblemente inclinados a darla a a conocer al público, como medio eficaz de edificar a los fieles y procurar la salvación de las almas. Por cuya razón, desde el momento que pudimos encontrar un instante tranquilo, pasados los sucesos, de que fuimos víctimas en los desastres que la Suiza católica experimentó tan cruelmente en 1847, de repente pusimos nuestro plan en ejecución. Para alcanzar con mayor seguridad nuestro fin, nos hemos valido de la lengua mas generalmente conocida en Europa. Hemos distribuido nuestra materia en nueve libros, en honor de los nueve coros de ángeles. La traducción de los quince capítulos primeros que textualmente reproducimos, nos ha servido de modelo y de indispensable auxilio para continuar la obra; cuyo mérito y gloria todo entero pertenece a nuestro maestro. Sin embargo, no disimularemos las grandes dificultades con que hemos tropezado, ya sea en la traducción, ya sea sobre todo en la continuación de esta interpretación, pero nos hemos sin cesar sentido socorridos y alentados por una indecible gracia espiritual que suavizaba nuestra fatiga. Por otra parte, el fruto que nos prometíamos de nuestros esfuerzos en la obra de la santificación de las almas, nos ha sostenido siempre en nuestros frágiles medios humanos, para no sucumbir. Si se nos hubiese por desgracia escapado algo de contrario a la sana doctrina, por pequeño que sea, lo retractamos, haciendo protesta de perfecta y humilde sumisión a nuestra santa madre la Iglesia romana. En estos sentimientos y con la conciencia de nuestra pura y recta intención, es como nos recomendamos a la indulgencia y oraciones de nuestros lectores, deseando a todos la salvación eterna, en Jesucristo, y por Jesucristo. Así sea.



INTERPRETACIÓN DEL APOCALIPSIS
Venerable Bartolomé Holzhauser.
Paginas de la XI a la XVII.

Traducido al Español por el
Reverendo Padre Fray Ramón de Lérida,
Capuchino Misionero Apostólico.

Imprimátur
Fr. Damiano de Vareggio Vist. Apost. I Comis. Gen. Cap.
Serena, 6 Mayo 1860.

Imprimase
EL OBISPO DE LA SERENA (CHILE)

Imprenta de la Serena.- Convento de San Agustín N.º 36.
Año 1860.