domingo, 27 de diciembre de 2015

LA RENOVACIÓN DE LA IGLESIA - PROFECÍAS DE LA BEATA ANA CATALINA EMMERICH



En la Iglesia se vio operar una reconciliación acompañada de testimonios de humildad. Vi a los obispos y pastores aproximarse unos a otros y cambiar sus libros: las sectas reconocían a la Iglesia, a su maravillosa victoria y a las claridades de la revelación que ellas habían visto con sus ojos irradiar sobre ella. Estas claridades venían de los rayos del surtidor que san Juan había hecho brotar del lago de la montaña de los profetas. Cuando vi esta reunión, sentí una profunda impresión de la proximidad del reino de Dios. Sentí un esplendor y una vida superior manifestarse en toda la naturaleza y una santa emoción embargar a todos los hombres, como en los tiempos cuando el nacimiento del Señor estaba próximo y sentí de tal manera la cercanía del reino de Dios que me sentí forzada a correr a su encuentro y a dar gritos de alegría.

Tuve el sentimiento del advenimiento de María en sus primeros ancestros. Vi su estirpe ennoblecerse a medida que Ella se aproximaba al punto en el que se produciría esta flor. Vi llegar a María, ¿cómo fue? Yo no sé expresarlo; es de la misma manera que tengo el presentimiento de un acercamiento del reino de Dios. Yo lo he visto aproximarse, atraído por el ardiente deseo de muchos cristianos, llenos de humildad, de amor y de fe; era el deseo que le atraía.

Vi una gran fiesta en la Iglesia que, tras la victoria conseguida, irradiaba como el sol. Vi un nuevo Papa austero y muy enérgico. Vi, antes del comienzo de la fiesta, muchos obispos y pastores expulsados por él, a causa de su maldad. Vi a los santos apóstoles tomar una parte muy especial en la celebración de esta fiesta en la Iglesia. Vi entonces muy cerca de su realización la plegaria: «Venga a nosotros tu reino». Me parecía ver jardines celestes, brillantes de luz, descender de arriba, reunirse en la tierra, en lugares donde el fuego estaba encendido, y bañar todo lo que está por debajo en una luz primordial.

(...)

Lo mismo que en la estirpe de David, la promesa fue preservada hasta su cumplimiento en María en la plenitud de los tiempos; lo mismo que esa estirpe fue cuidada, protegida, purificada hasta el momento en el que ella produjo en la Santa Virgen la luz del mundo, de la misma manera, este santo de la montaña de los profetas purifica y conserva todos los tesoros de la creación y de la promesa, así como el significado y la esencia de toda palabra y de toda criatura hasta que los tiempos se cumplan. Él rechaza y borra todo lo que es falso y malo; entonces es una corriente tan pura como cuando sale del seno de Dios, y es así como fluye hoy en la naturaleza entera.

Yo estaba en el jardín de la Casa nupcial. La matrona estaba todavía enferma, pero sin embargo ella ponía en orden, limpiaba y quitaba los escombros por aquí y por allí en el jardín.

Vi a varios santos revestidos de antiguos hábitos sacerdotales que limpiaban diversas partes de la iglesia y quitaban las telas de araña. La puerta estaba abierta, la iglesia se volvía cada vez más luminosa. Era como si los dueños hicieran el trabajo de los criados: ya que aquellos que estaban en la casa nupcial no hacían nada y muchos estaban descontentos. (AA.II.361)

Había sin embargo por aquí un gran movimiento. Parecía que algunos dudaran de entrar aun cuando la iglesia estaba totalmente puesta en orden: pero algunos entonces debían ser apartados a un lado. (AA.II.361)

Mientras que la iglesia se volvía cada vez mas bella y más luminosa, surgió de repente en su seno una bella fuente limpia que extendió por todas partes un agua pura como el cristal, salió a través de los muros y, fluyendo en el jardín, reanimó todo. (AA.II.361)

A la efusión de esta fuente, todo se volvió luminoso y más dichoso y vi por encima de ella un altar resplandeciente como un espíritu celeste, como una manifestación y un crecimiento futuros (AA.II.361)

Parecía que todo iba creciendo en la iglesia, muros, tejados, decoraciones, cuerpo del edificio, en fin todo; y los santos continuaban trabajando y el movimiento cada vez más grande en la Casa nupcial. (AA.II.361)

Entonces tuve una nueva visión. Vi a la Santa Virgen por encima de la iglesia, y alrededor de ella a los apóstoles y obispos. Vi por encima grandes procesiones y ceremonias solemnes.

Vi grandes bendiciones repartidas desde lo alto y muchos cambios. Vi también al Papa ordenar y regular todo ello. Vi surgir hombres pobres y simples de los cuales muchos eran todavía jóvenes. Vi muchos antiguos dignatarios eclesiásticos que, habiéndose puesto al servicio de los malos obispos, habían dejado en el olvido los intereses de la Iglesia, arrastrarse en muletas, como cojos y paralíticos; fueron llevados por dos conductores y recibieron su perdón.

Vi una cantidad de malos obispos, que habían creído poder hacer algo ellos mismos y que no recibían por sus trabajos la fuerza de Cristo por la intermediación de sus santos predecesores y de la Iglesia, alejados y reemplazados por otros. (AA.II.492)

Los enemigos que habían huido en el combate no fueron perseguidos; pero se dispersaron por todos lados. (AA.II.240)

Vi al sacerdocio y a las órdenes religiosas renovarse tras una larga decadencia.

Me parecía que una masa de personas piadosas había surgido y que todo salía de ellos y se desarrollaba (AA.III.176)

Vi en la iglesia de San Pedro, en Roma, una gran fiesta con muchas luces y vi que el Santo Padre, así como muchos otros, ha sido fortalecido por el Espíritu Santo.

Vi también, en diversos lugares del mundo, la luz descender sobre los doce hombres que veo tan a menudo como doce nuevos apóstoles o profetas de la Iglesia. (AA.II.429)

Texto tomado de Capilla Católica.