martes, 18 de abril de 2017

LA SAGRADA COMUNIÓN Y EL SANTO SACRIFICIO DE LA MISA - VI


CAPÍTULO 6 
En que se ponen otras consideraciones y modos de prepararse 
para la sagrada Comunión muy provechosas. 

Entre otras consideraciones con que nos podemos preparar para la sagrada Comunión, es muy propia la memoria de la Pasión, considerando aquella inmensidad de amor con que el Hijo de Dios se ofreció por nosotros en la cruz; porque una de las razones principales por que Cristo nuestro Redentor instituyó este divino Sacramento, fue para que tuviésemos siempre presente y viva en la memoria su Pasión, y así nos mandó que cada vez que la celebrásemos, nos acordásemos de ella. [Haced esto en memoria mía] (Lc., 22, 19). Y nos lo repite el glorioso Apóstol San Pablo (1 Cor., 2, 26): [Todas las veces que comiereis este pan y bebiereis este cáliz, anunciaréis la muerte del Señor]. Y así, San Buenaventura aconseja mucho esta devoción, que cada vez que vayamos a comulgar, consideremos un paso de la Pasión. Y él dice que usaba hacerlo así, y con esto su ánima se derretía en amor de Dios (Cant., 5, 6). 

El bienaventurado San Crisóstomo dice que el que se llega a comulgar ha de hacer cuenta que todas las veces que comulga pone la boca en aquella preciosa llaga del costado de Cristo y chupa su sangre participando de todo lo que Él nos ganó con ella. Santa Catalina de Sena cada vez que comulgaba hacia cuenta que iba, como cuando era niña, al pecho de su madre. Otros, como este soberano Sacramento es memoria de la Pasión de Cristo, imaginan a Cristo crucificado, hacen Calvario de su corazón, y fijan allí la cruz del Señor, y abrazándose con ella, recogen en sí las gotas de sangre que por ella caen. Otros hacen cuenta que se hallan en aquella cena que cenó Cristo nuestro Redentor con sus discípulos la noche de su Pasión, como si estuvieran allí sentados entre los Apóstoles y que reciben de su mano su sagrado cuerpo y sangre. Y ésta no es solamente consideración y representación de aquella cena, sino en realidad de verdad es aquella misma cena y el mismo convite; y el mismo Señor, que dio entonces su cuerpo y sangre a sus Apóstoles, el mismo nos lo da ahora a nosotros por ministerio de los sacerdotes, y con el mismo amor que entonces lo dio. 

También es muy buena preparación ejercitarse en la consideración de los puntos siguientes: Lo primero, quién es el Señor que viene, que es el Criador de todas las cosas, Rey y Señor de los Cielos y tierra. Dios de infinita majestad y perfección. Lo segundo, a quién viene, que es a mí, que soy polvo y ceniza, y que muchas veces le he ofendido. Lo tercero, a qué viene, que es a comunicarme el fruto de su Pasión y los dones preciosísimos de su gracia. Lo cuarto, qué le mueve a venir, que es, no su interés, porque es Señor de todas las cosas y no tiene necesidad de nadie sino puro amor y deseo de que mi ánima se salve y esté siempre acompañada de su gracia. Lo quinto, ejercitarse en los actos de las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. 

Y porque nosotros no podemos dignamente prepararnos para recibir este Señor si Él no nos lo da, le hemos de pedir que Él disponga y atavíe nuestra alma con la humildad, limpieza, amor y reverencia que conviene, alegándole para ello aquella razón común: Señor, si un rey poderoso y rico se hubiese de hospedar en casa de una viuda pobre, no esperaría que ella le aderezase el palacio donde había de reposar, sino enviaría delante su recámara y criados que lo aderezasen. Pues hacedlo Vos así con mi alma pobre, pues venís a hospedaros en ella: enviad, Señor, vuestra recámara delante, y vuestros ángeles la adornen y aderecen como conviene para recibir a tal Señor y a tal Esposo, conforme a aquello del Apocalipsis (21, 2): [Y yo, Juan, vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén que bajaba del Cielo adornada por Dios, como esposa ataviada para su esposo]. Y volviéndonos a la soberana Virgen y a los Santos, nuestros devotos, pidámosles con humildad nos alcancen el cumplimiento de esta petición. 

Fuera de estas preparaciones, añadiremos aquí una muy fácil y muy provechosa y de mucho consuelo para todos. Cuando no llegareis a tener aquel fervor y aquellos deseos encendidos que querríais y era razón tener para recibir tan gran Señor, ejercitaos en tener gran voluntad y deseo de tener esos deseos, y con eso supliréis lo que os falta; porque Dios mira el corazón, y recibirá y aceptará lo que deseáis tener, como si lo tuvieseis, conforme aquello del Profeta (Sal. 9, 38): [El deseo de los pobres oísteis, Señor; al aparejo de su corazón atendió tu oído]. Esta devoción preparación dice Blosio que enseñó Dios a Santa Matilde. Le dijo una vez el Señor: Cuando has de recibir la sagrada Comunión, desea a gloria de mi nombre tener todo el deseo y amor con que ardió algún tiempo para conmigo el más encendido corazón,: y de esta manera te puedes llegar a Mí, porque pondré Yo los ojos en aquel amor, y lo recibiré conforme como deseas tenerlo. Lo mismo se lee de Santa Gertrudis. Estando esta Santa un día para recibir el santísimo Sacramento, como recibiese mucha pena por no estar tan preparada, rogó a la gloriosa Virgen María y a todos los Santos, que ofreciesen a Dios por ella toda la preparación y merecimientos con que cada uno de ellos se había preparado algún día para recibirle; por lo cual la dijo el Señor: Verdaderamente que delante de los cortesanos del Cielo pareces con aquel aderezo que pediste. De manera que será muy buena disposición y preparación desear llegar a recibir este santísimo Sacramento con aquel fervor y amor con que los grandes Santos se llegaban a Él, y desear y pedir al Señor que lo que a nosotros nos falta, lo supla de los merecimientos y virtudes de Jesucristo y de sus Santos. Y de esto mismo nos podemos ayudar para el hacimiento de gracias, como luego diremos; y tratando de la oración dimos también este medio para suplir nuestras faltas. 

Con éstas u otras semejantes consideraciones hemos de despertar en nosotros la actual devoción con que los Santos dicen que nos hemos de llegar a la sagrada Comunión, unas veces con unas y otras con otras, como cada uno mejor se hallare; pero se ha de advertir que para prepararnos de esta manera y hacer en esta parte lo que debemos, es menester que tomemos algún tiempo para gastar en ello. 

Nuestro Padre Francisco de Borja, en el tratado que hace de la preparación para la sagrada Comunión, pone tres días antes para prepararse y tres días después para hacimiento de gracias, y da muchas consideraciones y ejercicios en que se ocupen estos días; v sería éste un medio muy bueno para andar toda la semana y toda la vida devotos y recogidos, parte con la esperanza de recibir tan gran Señor, parte con la memoria del beneficio recibido. Porque sólo pensar: mañana tengo de comulgar, o acordarme que hoy o ayer comulgué, basta para traer recogido el corazón; pero si no fuere tanto como eso el tiempo que tomáremos para esta preparación, a lo menos es razón que aquella mañana que uno ha de comulgar, gaste la oración o parte de ella en alguna o algunas de las consideraciones dichas.  

Y ayudará mucho que la noche antes de la Comunión, cuando nos vamos a acostar, sea con aquel cuidado y pensamiento que tengo de comulgar mañana, y cuantas veces despertáremos sea con el pensamiento. Y a la mañana, apenas haber abierto los ojos, cuando ya estemos abrazados con el mismo pensamiento. Porque si para la oración de cada día pide esto vuestro Padre en las advertencias que para ella da [73] [74], ¿cuánto mayor será que se haga el día que hemos de recibir tan alto Sacramento?


EJERCICIO DE PERFECCIÓN Y 
VIRTUDES CRISTIANAS 
Padre Alonso Rodríguez, S.J.